La balada de mi cerebro y yo
- ginamoronaraujo
- 23 sept
- 2 Min. de lectura
A veces creo que soy como soy porque la vida, tal como es, me parece insuficiente. No me satisface simplemente existir y seguir el ciclo repetitivo de nacer, sobrevivir y morir. Debe haber algo más, una dimensión oculta o una vibración que sobrepase los límites de lo perceptible.
El conocimiento ha sido siempre una obsesión para mí. Aspiro comprender el mundo y entender por qué las cosas son así; también quiero saber por qué los humanos se conforman con tan poco. Me hundo en ideas, en reflexiones que podrían parecer incómodas o irrelevantes para muchos, pero para mí representan el único apoyo en esta realidad llamada vida.
Luego está mi decepción ante la trivialidad humana, su falta de curiosidad, de asombro, y esa desesperante necesidad de llenar vacíos con distracciones superficiales. Miro a muchos correr en círculos, atrapados en rutinas sin alma mientras buscan consuelo en placeres efímeros e interacciones insustanciales; eso me irrita tanto como me entristece.
A pesar de todo esto, existen escapes, paisajes mentales que me gusta habitar. Mientras muchos se pierden entre la monotonía diaria y la obediencia que guardan a las normas impuestas por humanos (tal cual somos todos), yo encuentro alivio en conocer cada vez más a los egipcios, en una buena narración de Diana Uribe, en “La Casa de Asterión” de Borges, en la fascinación por los cometas, en las clases de filosofía que escucho mientras camino o estoy en un trancón, en inventarme objetos que después fotografío, en imaginar que aún estoy a tiempo de hacer algo por el mundo, en que algún día compondré una canción bonita, o que una idea mía podrá ayudar a muchas personas.
Como un pulso vital que conecta aspectos inefables del ser humano. El éxtasis de pensar en eso es lo único capaz de hacerme olvidar; esos momentos donde la conciencia se suspende y se reduce todo a imágenes, a hechos históricos, a fechas que nadie me preguntará, a ritmos de tambores, a tarareos, a datos inútiles, a la apertura de diafragma y velocidad de obturación. Presente absoluto sin preocupaciones ni decepciones, solo certeza pura acerca del hecho mismo de estar viva sin requerir explicaciones.
Y así sigo, existiendo, cuestionándome si realmente hay sentido detrás de la vida o si vale realmente la pena vivirla; lo único que mantiene mi interés en este lapso, es la posibilidad de seguir sorprendiéndome, como lo he hecho desde niña, con tantas cosas que hay por saber.
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