Abuela, quiero ser astrónoma
- ginamoronaraujo
- 30 sept
- 2 Min. de lectura
¿Que qué?, ¿Como Walter Mercado? Me respondió.
Así, con toda naturalidad. En su mundo, la ciencia quedaba diluida en la voz melodramática del señor mitad oráculo griego, mitad presentador de telenovela.
(Advierto que este texto no es apto para Marcela Huertas)
Tal vez por eso he sido tan escéptica con la astrología, que, para mí (y lo digo como opinión personal, con respeto, sin quererle tumbar la magia a nadie, y que cada quien siga creyendo en su horóscopo si le da felicidad y esperanza), utiliza una táctica retórica similar a la del terraplanismo: se apropia de términos serios para disfrazar supersticiones. Se presenta como una “ciencia de los astros”, pero en esencia es un discurso preconcebido que confunde causalidad con casualidad.
Los planetas no tienen agenda, no se alinean para dirigir tu vida; son simplemente cuerpos compuestos de elementos químicos y gas que responden a fuerzas gravitacionales, no asesores emocionales.
Los horóscopos siguen el mismo patrón que un timador de feria, utilizan afirmaciones tan generales que cualquiera puede verse reflejado en ellas. "Hoy enfrentarás un desafío, pero también encontrarás una oportunidad". Claro, esto aplica a todos los días de cualquier persona alrededor del mundo. Es el efecto Forer llevado al extremo, pensar que lo genérico tiene un carácter personal.
“El efecto Forer, también conocido como efecto Barnum y falacia de la validación personal, es un fenómeno psicológico en el cual las personas tienden a aceptar como precisas, certeras y aplicables a su propia vida, descripciones superfluas y generales de su personalidad. Así, estas descripciones, tales como las del horóscopo, pueden aplicarse a cualquier individuo y no tienen ninguna base científica sólida. Sin embargo, las personas generalmente las consideran como acertadas y personalizadas.”
Al examinar la evidencia, la astrología colapsa por sí misma. El cielo observado por astrólogos hace 2.000 años ya no coincide con lo visible hoy debido al bamboleo terrestre (precesión de los equinoccios). Esto implica que muchos signos zodiacales ni siquiera correspondan ahora con las constelaciones correspondientes según su supuesto significado original. Con cálculos contemporáneos, es probable que tu “signo” sea diferente del cual has creído toda tu vida.
A diferencia de la astronomía, que calcula eclipses y trayectorias orbitales con precisión matemática, la astrología solo predice resultados evidentes, alguien en algún lugar podría enamorarse o experimentar problemas financieros o fatiga (me ha pasado al leerlo y reconocerme).
Funciona como un placebo cósmico que proporciona consuelo superficial sostenido porque millones prefieren creer en relatos místicos antes que confrontar la responsabilidad implacable de su existencia.
Ah, y qué decir de Mercurio retrógrado, ese fantasma cósmico universal que sirve de excusa para explicar los correos que no llegan, que el semáforo siempre se ponga en rojo cuando tienes afán y hasta para culpar al WiFi que falla.
En conclusión, si el terraplanismo representa una negación física fundamental, entonces la astrología actúa como una parodia distorsionada sobre astronomía. Ambas representan manuales sobre cómo evadir realidades inventando narrativas más cómodas, y cósmicas.
Abuela, yo quería ser Hipatia de Alejandría.
Comentarios