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Flor de un día

  • ginamoronaraujo
  • 16 sept
  • 1 Min. de lectura

La indicación más evidente de que estás frente a una persona inteligente es su habilidad para captar los códigos de forma instantánea.

Sabe cuándo reírse contigo y no de ti, comprende que discrepar no significa atacar, y distingue entre un cumplido y coqueteo, así como entre una opinión diferente y un ataque personal.


Posee la capacidad de detectar las sutilezas y límites invisibles en los entornos; estos no son impuestos, sino que se perciben. La inteligencia radica en poder interpretarlos sin necesidad de explicaciones.


Todo se basa en esa percepción sutil, casi despreciable, de lo implícito, de lo que resuena en el tono, el gesto y la posición que cada individuo ocupa sin invadir a los demás. Siempre tengo claro con quién estoy interactuando según su comportamiento en ese espacio intangible.

Algunos creen que la inteligencia consiste en ofrecer respuestas brillantes; sin embargo, la verdadera magia está en entender el ritmo del otro sin alterar su esencia.


Es fundamental saber cuándo alejarse, cuándo quedarse, cuándo hablar y cuándo permitir que el silencio exprese lo que las palabras podrían empañar; también es importante reconocer que hay cuerpos, mentes, ideas y vínculos que no deben ser colonizados, sino simplemente observados.

 
 
 

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