Evangelios de shampoo
- ginamoronaraujo
- 28 jul
- 2 Min. de lectura
(Sin intención de ofender o irrespetar a quienes sirven por convicción y vocación)
En algún rincón del universo paralelo que llamamos realidad latinoamericana, florecen dos especies particularmente prósperas del negocio de la fe: las sectas del evangelio y las sectas comerciales tipo Amway. Ambas, curiosamente, predican la abundancia, el éxito y la redención, aunque una lo hace con Biblias y la otra con catálogos brillantes y multivitamínicos.
Los domingos por la mañana, unos fieles se dirigen al templo a repetir "¡Aleluya!" y otros a un salón de conferencias a gritar "¡Sí se puede!"; que en esencia significa lo mismo: depositar tu esperanza (y tu diezmo) en una promesa etérea que casi nunca se cumple, salvo para los de arriba, que casualmente ya lo tienen todo.
En las iglesias, te hablan del cielo; en Amway, del nivel diamante. En ambos casos, te ofrecen una vida mejor si haces lo correcto: evangelizar a los perdidos o reclutar a tus familiares. Y si no lo logras, no es culpa del sistema, es, por supuesto, tu falta de fe o tu poca actitud. O las dos.
¿Te sientes pobre, vacío, inútil? No te preocupes. En la secta del evangelio te dirán que eso es parte del plan divino, y que un día cosecharás lo que siembras (aunque solo si siembras en la cuenta bancaria de la iglesia). En la secta Amway te dirán que eso es mentalidad de escasez y que necesitas pensar como millonario mientras te endeudas comprando vitaminas para revender en tu barrio de salario mínimo.
El pastor tiene su Toyota, y el diamante tiene su Audi. Ambos tienen sonrisa blanca, familia feliz y frases de autoayuda copiadas de algún libro de Paulo Coelho. Y ambos, por supuesto, te miran con infinita compasión mientras te explican que si no prosperas, es porque no te has entregado del todo al “sistema”.
En el fondo, lo único que cambia es el léxico:
En una: “Dios te va a multiplicar”.
En la otra: “El plan de compensación es exponencial”.
Pero el mecanismo es idéntico: jerarquía, culpa, esperanza, manipulación emocional, y una sonrisa enlatada que dice: "Tú también puedes lograrlo… si te sacrificas como yo". Y claro, si traes a tres más.
Y así seguimos, entre cánticos y convenciones, repitiendo eslóganes y oraciones, convencidos de que el milagro está a la vuelta de la esquina o en la siguiente reunión de liderazgo.
Amén, y Amway.
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